Salí fuera a fumar un cigarrillo (por obra y magia de nuestras saludables leyes, ya ni el jefe puede fumar en su propio negocio, rrrredióx). Hay una tienda de "ropa" delante de mi negocio, y entrecomillo ropa porque el propietario se debió dedicar a suministrar retales a circos y mujeres de moralidad distraida antes de abrir esa tienda, con el chumba-chumba non-stop a toda ostia, pero bueno, me alejo del tema. Habían sacado unas mesas a la calle, vendiendo lo de otras temporadas a 3 euros el trapo, todo allí amontonado y arrugado. En esas se acercó una eriza de época: Pelo lila superestirado hacia atrás, pintarrajeada que parecía el muro de Berlín en sus postrimerías, pómulos remarcados y mofletes hacia dentro, como si estuviera en pasarela Cibeles, chaqueta de leopardo, top nomeolvides (¿o era perdonadioses?), tejanos piratas demasiado apretados con un cinturón de tachuelas doradas, y zapatos plateados de tacón de aguja. Mi tipo, ya digo. Se acercó al montón de basura téxtil y la meneó distraidamente. La dependienta, casi de la misma secta, se acercó solícita.
-¿Puedo ayudarte?- Me encantan las confianzas buenrollistas...
-Bujco algo pa una boda, pa cumplir, que se casa un colega qu'es un gilipollas y...
-Fuera sólo tenemos piezas de 3 euros, para una boda mira dentro mejor.
-No, no, que ya te digo que ej pa cumplir. Ese tío me follaba y me dejó tirada en cuanto se ligó otra tonta y no quiero que piense cosas raras. Este de tirantes amarillos combinao con mi pareo rojo y negro ya dará el pego ¿no? Esta ropa es una roña tía, pero paso de patear más. Ponme la camiseta esta de tirantes y aquel bolso azul, pa llevar de tos los colores, jajaja
-Jajaja- contestó la dependienta.
Yo escuchaba atónito, como siempre que la situación me obliga a descender a esos infiernos de mal gusto y estupidez crónica, pero resulta que por el rabillo del ojo vi acercarse a alguien. Les cuento. Un tipo gordo, con gafas, gran papada, mucha ropa para el frío que hacía, mirada huidiza, como si esperase que la poli apareciese de un momento a otro acusándolo de lo mismo que se acusó a K. Pues eso, que el tipo chutó un cartón sin querer, y se quedó mirando cómo este se deslizaba hasta mis pies. Luego siguió mirando, como si hubiese encontrado la cueva del tesoro dentro del cartón. La cogí del suelo, y se la alargué, temeroso de su creciente irracionalidad. Llegó a mi lugar dando pequeños pasos, y recogió lentamente el cartón, sin quitarle un momento la vista de encima. Y se alejó observando la dichosa basurita, escrutando sus prosaicas ondulaciones, sin más.
Y bueno, acabé mi pitillo y volví a la pizzería, pensando una cosita. Entre la tipa de la boda, y el gordete del cartón oscila el péndulo de todas las neurosis que asolan occidente. Digo yo, vamos.