jueves, noviembre 30, 2006

Sobre Royal Warriors.

La vimos el domingo. Una de las peores pelis que he visto en mi vida, y he visto unas cuantas. Todo eran risas y tragos de cerveza. ¡Qué mala! ¡Qué mala! o ¡Quémala, quémala!. No sé que gritaban mis compadres pero nos tronchábamos de lo lindo. La genialidad al servicio de lo abyecto, o al revés, da igual. El caso es que recuerdo ahora una de las escenas en la que el prota, o el proto-prota más bien, se queda mirando empanao a su alrededor, con los brazos en jarras y la mirada, supuestamente perdida, fija en el director de la película ¿Y ahora que hago? Parece implorar. Y ante la falta de órdenes explícitas (mover las manos como si espantaras una horda de moscas bárbaras no es una orden explícita, mr. Godfrey), pues sigue dando patadas al aire a ver qué pasa. Bueno, pues creo que así se siente uno muchas veces, sin saber muy bien qué pinta en su propia vida, con ganas de un director al que echarle las culpas, o al que pedir explicaciones a ostia límpia. Espero por lo menos, que allá en las altas esferas, o en los altos hornos, o donde copón esté el público de nuestras tragicomedias, se lo esten pasando igual de bien que yo el domingo...

lunes, noviembre 27, 2006

Primeros nombres.

Creo que mi teoría, que seguro algunos tacharían de estúpida, falaz, o meramente subnormal, tiene ciertas trazas de realidad y cacahuetes. A saber, la gente que conocemos en párvulos, o en la guarderia, o donde copón sea que entramos por primera vez en contacto con un grupo multitudinario de desconocidos, modifica inefablemente nuestra futura percepción de las personas. Me explico. Esos nenes exóticos y novedosos que vas conociendo a lo largo del curso, entre bocados de Phoskitos e intercambios de pegatinas de Snorkels, te estan dando el relleno del molde de su propio nombre. Recuerdo aquel Rubén, de 1º E.G.B, muy bajito, gracioso, simpático, nervioso como una mosca, e inteligente como una ídem. Pues con el pasar de los años, el primer vistazo resultante de los siguientes rubenes, o rúbenes, venía condicionado por esas características. Aquel primer Ruben era una versión beta de los por llegar. Aunque luego, claro está, no hay dos que se parezcan en lo más mínimo. Recuerden uds. las imberbes caras de sus amiguitos y novias tras la emancipación del pañal, puede que descubran que también usan, aún hoy, el rasero de aquella Ingrid, aquel Lolo, o el no menos raro de Jaime, para calibrar las intenciones de cuantos tiene a bien conocer.

martes, noviembre 21, 2006

Revisión médica.

Fue en la maldita revisión del otro día donde descubrí algo alucinante. ¡Mido 1'60! Finalmente aquella enfermera tan simpática me sacó de mi ignorada esquizofrenia, con mucho tacto dicho sea de paso. Toda la vida creyendo a ciegas que medía 1'83, y ahora esto. La explicación es del todo convincente, pero algo así cuesta de encajar, ¿neh?
Aunque de esencia algo metafísica, ya de bien niño, de bien adolescente, y de camino a bien viejuno, mis padre, profesores, buenos amigos, y otras almas afines, me decían que no era nada práctico. La cabeza llena de pajaritos, pensando en las nubes, obviando los problemas reales, o enfocándolos desde puntos de vista alucinantes y fantasiosos. La frase era siempre la misma, pero yo la tomaba por una frase hecha, nunca literalmente: "no tocas de pies en el suelo, nene".
Y ahí he estado yo durante 26 años, flotando por las calles, las casas, los parques, las playas y los cementerios, sin saberlo. El hecho de que ninguna persona de cuantas me he cruzado en mi vida tuviera los arrestos de decírmelo directamente y sin rodeos me da que divagar. Quizá no somos tan cabrones como parecemos, y la compasión, al igual que la estupidez, está democráticamente repartida entre la población. Quizá no.
El caso es que ahora recuerdo la primera vez que Juanjo, un amigo bajito que tengo, se dirigió a mí después de que nos presentaran: "Así cualquiera tramposo" Déjense pués, amigos, família y conocidos, de seguirme el cuento. Ya lo he afrontado, y espero que ustedes tengan la amabilidad de tratarme en consecuencia a partir de ahora.
Eso sí, no intenten corregir mi sepsis de realismo, no tengo ni puta idea de tocar con los pies en el suelo.

jueves, noviembre 16, 2006

Recuerdo...

Que tendría yo unos ocho años cuando mi padre nos llevó a un ruinoso campo de fútbol a mí y a mi hermano, para ver lo que él no paraba de definir como "el primer derby en directo de vuestra vida, cocos". Los contendientes, lo recuerdo bien, Alhambra-Reddis. Ganaron los visitantes 1-3, lo recuerdo con precisión, porque fue en ese instante, entre los gritos de la gente, la emoción del resultado, los furiosos embates de los jugadores, (y aquella hoja de avellano que no me quitaba ojo de encima, lo juro), cuando por primera vez sentí que mi vida... MI vida se expandiría en el futuro hasta convertirse en un lienzo gigantesco en el que cualquier cosa era posible. Aunque aquél "cualquier" era virgen de horrores y adulteces abstractas, claro.

sábado, noviembre 11, 2006

Records absurdos.

Nadie pareció percatarse en aquel momento. Pero el hombre que levantaba los 127 volúmenes de la Encyclopaedia Britannica para lanzarlos con certera brutalidad a la cabeza de su mujer, ante el previsible estupor de los invitados, estaba batiendo un Guinness sin saberlo. Media tonelada de libros no es ninguna broma, pero como más tarde aseguró en una rueda de prensa situada en comisaría, en respuesta a un corresponsal oficial del Libro de los Guinness: "Los levantadores de peso de competición carecen de la motivación necesaria, pero si tuviesen a la furcia de mi mujer a su lado les aseguro que levantarían el triple de peso". Según los invitados, y ante la negativa a hablar de la mujer del acusado bajo la indigna excusa de que estaba muerta, T.J. Ford, el marido en cuestión, creyó escuchar cómo su mujer, a varios asientos de distancia y mientras cuchicheaba con una amiga, ponía a parir a todos los dictadores celíacos de la historia arguyendo que nadie alérgico a la harina estaba capacitado para dirigir al pueblo llano, aún lo más brutal y despóticamente posible. Eso es lo que el señor Ford creyó escuchar entre susurros, y dado que la noche anterior, y en plena fase de arrumacos, salió el tema a flote provocando un cisma priápico y clitoridiano, las sensibilidades estaban a flor de piel. Finalmente, y tras la ejecución del señor Ford a base de ser golpeado hasta la muerte con la culata de una pistola en la cadera, la amiga de la difunta señora Ford declaró que simplemente le estaba confesando un lío de faldas con un escritorzuelo de tres al cuarto. El caso fue debidamente archivado, y el tema de los dictadores celíacos no ha sido retomado, a día de hoy, por ningún matrimonio a poco decente que sea.