Cansada profesora.
La vida o, por decirlo a tu manera,
esa forma de sacudir el fantasma
de lo que nunca seremos.
La vida, ya digo, es insistente.
Se empeña en la didáctica práctica,
y nos enseña artimañas como
no conducir excesivamente bebidos,
o a distinguir qué pájaros ríen de nosotros
allá en las alturas,
o a no regalar el corazón a nadie,
ni siquiera sin que ese nadie se de cuenta.
Nos enseña a buscar cobijo en la tormenta
y a masturbarnos, por así decir, ante el Sol.
La vida, no perdamos el hilo,
en qué de cosas nos instruye.
Lástima lo pésimos alumnos que somos.
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