Uno de los tuyos.
Despierto confuso. Un colchón de modorra recubre mi cabeza y amortigua las sensaciones que quieren entrar, y los pensamientos que quieren salir. Un día de esos, en los que el peso del Universo recae sobre mis hombros, y estos se encojen a falta de una respuesta mejor. Con el piloto automático encendido llevo a cabo las tareas matutinas, y salgo hacia la pizzería. Sólo a medio camino caigo en la cuenta de que llueve y me estoy mojando. ¿Y? ¿Cúal es el sentido de la lluvia? Descendente, lo se, pero... Esos días en que nada viene a cuento y sólo veo vanos esfuerzos en la gente que me rodea. Esos días en los que la empatía es un ejercicio imposible, la realidad y sus personajillos forman un ominoso caleidoscopio en mi mente del que no puedo deshacerme, así me entren nauseas y ascos. El ambiente es denso y seco, como de película de algún diosecillo demente rodando a cámara lenta. Y no se si me explico.
Días así me son infrecuentes, por suerte. Los humanos que se relacionan conmigo en el trabajo me preguntan cosas triviales, pero con un reverso incomprensible y doloroso, no por nada los interrogantes tienen forma de garfio. No veo el porqué de estos días. No es fruto de ninguna desgracia acaecida últimamente, ni de ninguna crisis de madurez, ningún dolor físico digno de mención. No lo se, ya digo.
Al acabar la sucia y dantesca jornada, voy a tomar una cerveza con mi amigo Javi. Me pregunta qué tal ha ido el día. Yo no se bien como relatarle, pero cuando acto seguido él me explica cómo ha ido su día, su semana, su mes, y su vida, ya tengo la respuesta.
-Mi día ha sido uno de esos días... Uno de los tuyos, compañero.
Días así me son infrecuentes, por suerte. Los humanos que se relacionan conmigo en el trabajo me preguntan cosas triviales, pero con un reverso incomprensible y doloroso, no por nada los interrogantes tienen forma de garfio. No veo el porqué de estos días. No es fruto de ninguna desgracia acaecida últimamente, ni de ninguna crisis de madurez, ningún dolor físico digno de mención. No lo se, ya digo.
Al acabar la sucia y dantesca jornada, voy a tomar una cerveza con mi amigo Javi. Me pregunta qué tal ha ido el día. Yo no se bien como relatarle, pero cuando acto seguido él me explica cómo ha ido su día, su semana, su mes, y su vida, ya tengo la respuesta.
-Mi día ha sido uno de esos días... Uno de los tuyos, compañero.
3 comentarios:
Bueno, siempre queda el consuelo de la intoxicación etílica y escuchar en tu radiocasette "El tumba hombres" último alarido de "La tigresa del oriente"... eso sí que es una tía con lo que hay que tener... me refiero a las uñas, que me ponen...
Infiero que ese Javi que mencionas es un servidor, no sé cómo sentirme ante tus palabras, compañero; quizá porque el 90% de días son auténtica roña existencial, por el 10% restante de puntuales júbilos se mantiene uno aquí, en vida y en lucha, hasta el cuello de mierda pero con un algo de esperanza en la mirada.
Disfruta esa cerveza.
Yo no he desaparecido Mr. Woswis, simplemente corren malos tiempos para la lírica mendiosa.
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