miércoles, febrero 28, 2007

Discreto abismo.

Por suerte o por desgracia, leo mucho. Hasta el punto de poder apreciar las desventajas de tener un cerebro literario. Miro alrededor y busco similitudes entre lo que me rodea, y lo que he leído. Lo sano sería hacerlo al revés. Estar leyendo y buscar trocitos de mi vida ocultos entre las líneas, por aquello de creer que el autor de un libro le habla a uno mismo. Pero. No es así. Comparo a mis conocidos con personajes inventados, suelto citas literarias cada dos por tres, y lo más patético, creo que las decisiones tomadas por la gente responden a un argumento previamente concebido por algún demiurgo hambriento de escabrosidades, y no sé si me estoy explicando.
Digo todo esto por que el otro día caí en la cuenta de una de las grandes simas que separan literatura y realidad. Los diálogos. En los libros, todo el mundo habla correctamente, expresa lo que desea expresar con gran eficacia, respetan el turno de palabra de su interlocutor, y, lo más importante, siempre acaba por ser trascendente de alguna forma lo que estan diciendo. Cualquier libro puede ejemplificar mi disertación, ustedes mismos hagan la prueba. Reparé en ello porque estaba tomando un refresco en una cafetería mientras leía atentamente La insoportable levedad del ser, libro que recomiendo encarecidísimamente a pesar de estar yo en su génesis. Bueno, a mi lado se sentaba una pareja cercana a la treintena discutiendo sobre alguna amiga en común, y me pusieron este post en bandeja.
-Ha llamao la Loli por no se qué historia, dice que luego te irá a buscar al curre.
-Pos hoy plego antes, asín que... Y total, seguro que es pa ver el vestido de la boda de su prima.
-Pos avísala, que luego me taladra a mí con que "donde está, donde está" y no se calla. ¿Dónde es lo del vestío ese?
-En la calle aquella que atropellaron al Pascual, en donde... Pillas la plaza Prí, y to p'abajo hasta donde alante de un bar con plantas fuera, que al lao está el Zara tío. ¿Pa qué quieres sabel-lo?
-P'acompañarla yo si no quieres, y así le pido que nos devuelva lo de los zumos que le dejastes.
-¿El bapiturmix ese? Sí claro, como que lo llevará en el bolso no te jode... Anda, vamos a pagar que voy a llegar tarde, paga tú cari...
Y se fueron, y yo seguí leyendo.

lunes, febrero 26, 2007

La divertida levedad del ser.

Lo pasé en grande este domingo. Desperté tarde, fui con amigos a una masia y comimos y bebimos hasta jugar al corro de la patata con los perros. Luego, ya en casa, permanecí una hora en la bañera, leyendo y suspirando. Una vez arreglado, comenzaron a venir amigos. Iniciamos los chistes y las barbaridades propias de esa panda de cachondos, y vimos una peli de zombis, como corresponde a una noche del domingo. Finalmente quedamos Ortega y yo. Mi amigo Ortega tiene uno de esos trabajos antiguos en desuso, fabrica y vende argollas para las napias de los carneros. Es más próspero de lo que parece, no en vano marcha la semana que viene a Nueva York para cerrar un lucrativo trato con los gerifaltes del McDonals. El caso es que, a las tantas de la noche estabamos hablando de bellísimas estupideces, jugando con el ordenador a juegos de nuestra infancia que nunca llegaron a marcharse del todo, y bebiendo una preocupante cantidad de cerveza. Ante mi inutilidad para hacer ir en bicicleta a un maldito pingüino por la pantalla, Ortega empezó a reir como un caballo beodo, de manera que me contagió y reímos sin porqué un buen rato. Entonces habló.
-Woswis, si te parece normal que a nuestra edad tengamos que estar partiéndonos el ojete ante un puto ordenador... ¡Parecemos unos críos, coño!
-Sí, bueno... Tampoco sabemos hacerlo de otra manera. El espectro que se abarca desde estas risas, hasta el cabreo por darse con la esquina de la estantería en la cabeza es el nuestro. El resto de preocupaciones y responsabilidades no parece que nos pegue mucho.
-Claro coño. De qué hay que preocuparse. Lo hacemos a nuestra manera y punto.
-¿Pero no te parece que el hecho de que lo estemos comentando ahora mismo ya indica un poquito de inquietud por la tardanza de algún grado de madurez, por pequeño que sea?
Agarró la cerveza y se bebió medio litro de un largo trago. Luego se limpió con la manga de su jersey del elefantito, y me miró afable desde la lejanía de sus ojos.
-No.
Y no me pregunten por qué, pero tuve la total certeza de que decía la verdad.

domingo, febrero 25, 2007

Uno de los tuyos.

Despierto confuso. Un colchón de modorra recubre mi cabeza y amortigua las sensaciones que quieren entrar, y los pensamientos que quieren salir. Un día de esos, en los que el peso del Universo recae sobre mis hombros, y estos se encojen a falta de una respuesta mejor. Con el piloto automático encendido llevo a cabo las tareas matutinas, y salgo hacia la pizzería. Sólo a medio camino caigo en la cuenta de que llueve y me estoy mojando. ¿Y? ¿Cúal es el sentido de la lluvia? Descendente, lo se, pero... Esos días en que nada viene a cuento y sólo veo vanos esfuerzos en la gente que me rodea. Esos días en los que la empatía es un ejercicio imposible, la realidad y sus personajillos forman un ominoso caleidoscopio en mi mente del que no puedo deshacerme, así me entren nauseas y ascos. El ambiente es denso y seco, como de película de algún diosecillo demente rodando a cámara lenta. Y no se si me explico.
Días así me son infrecuentes, por suerte. Los humanos que se relacionan conmigo en el trabajo me preguntan cosas triviales, pero con un reverso incomprensible y doloroso, no por nada los interrogantes tienen forma de garfio. No veo el porqué de estos días. No es fruto de ninguna desgracia acaecida últimamente, ni de ninguna crisis de madurez, ningún dolor físico digno de mención. No lo se, ya digo.
Al acabar la sucia y dantesca jornada, voy a tomar una cerveza con mi amigo Javi. Me pregunta qué tal ha ido el día. Yo no se bien como relatarle, pero cuando acto seguido él me explica cómo ha ido su día, su semana, su mes, y su vida, ya tengo la respuesta.
-Mi día ha sido uno de esos días... Uno de los tuyos, compañero.

viernes, febrero 23, 2007

Olla de grillos.

La libertad de información, la libre circulación de datos, la globalización cultural, social y putrefactil... Ya. A otro perro con ese hueso. Algo se nos escapa amigos. Observo alarmado ciertos pequeños detalles que contribuyen a la merma de mi cordura semanalmente. Unas infumables mezclas cocinadas a partir de bocaditos de aquí y de allá, donde aquí y allá pueden ser Marx y la acupuntura, o una cara de Belmez y la Quinta Avenida, o el doctor Menguele y una pizzería, por decir algo.
Leo estupefacto una entrevista a Steve Nash, el base de los Phoenix Suns, en la que asegura que le encantaría salir en una peli de Almodóvar. Compruebo que en nuestros días la originalidad pasa por crear un videojuego sobre la Metamorfosis de Kafka. Diariamente tengo que ver cómo la moda para calzado femenino este año consiste en ponerse alpargatas esquimales. Existe un tipo que es capaz de leer los labios de alguien, pero sólo si ese alguien tiene un pitillo en la boca. O peor, topé con un libro de recetas típicas cordobesas que contiene el delicioso y pastoril "Pulpito a las fresas"...
Supongo que es divertidísimo. De hecho, lo es. Pero en una persona como yo, delicada y sensible, que siempre está intentando alcanzar el Tao, o cierta dosis de Tao, pues le cuesta creer que en el Tao tengan cabida perogrulladas tan brutales. A este paso, veré del todo normal que se cumpla mi pesadilla de la otra noche, en la que un mapache en llamas entraba y me pedía en matrimonio a mi estimado cocinero Menguile, mientras él estaba leyendo La Montaña Mágica en letra ligada.

martes, febrero 20, 2007

The same.

Algo relampaguea hacia mí. Lo noto. Algo indescriptible, terrible, fantástico, impensado y horrible. Atravesando radialmente los kilómetros de pensamiento que aún nos separan. Las cuerdas vibran salvajes en todas direcciones y yo con ellas. Lamentarse es una perdida de tiempo tan grande... La repetición de lo vivido es imposible, y quizá por eso es tan deseada. A la manera en que los científicos buscan restarle uno al infinito. ¿Cuál es el secreto para no vivir ni en el ayer ni en el mañana? Puede que darle bien fuerte a una batería, o correr y quemar suela lo más rapido posible, o retener sólo unos segundos el sabor de ese cigarrillo... Eh, tío, sabes de que te hablo, reserva ese careto para las pelis turcas de los martes. Estoy perfectamente a pesar de mis resbaladizos pesares. Sólo necesito algo más de aquel licor, y salir a pasear mi mona a la luz de las farolas. Me gusta el aire de la madrugada, con las calles vacías. Vacías de los, ya aburridos, escaparates atestados de las importantísimas miserias que cada cual muestra a la espera de alguna lastimera recompensa. ¡Cada día entendiendo un poquito más! Miro el reloj una vez más, debe estar al llegar...

sábado, febrero 17, 2007

Street Fighter 2 Menguile Edition.

-Me aburro- dijo el cateto de Menguile, mi microfamoso cocinero -¿Echamos unos Street Fighters?
-Deja de restregarme por la cara que perdí la tercera estrella de la guía Michelín por no tener videoconsola en la pizzería. ¿Quieres? Continuaré mi sudoku de 2x2 casillas...
-Venga conmigo, que sé donde jugar. Será diverti
do, de veras.
No me pregunten cómo, aparecí en el muelle siete del puerto de Barcelona con Menguile llevándome de la mano. Estaba
desierto. Nos acercamos a un barco viejo, desde donde nos saludaban y animaban unos cuantos caballos bonitos.
-Este es el escenario de Ken, que seré yo. Y usted será Ryu, verá que mola cantidá.
Empezaba a sentirme cómodo en ese senti
miento de estupefacción que me producía mi cocinero. Tendré que deshacerme de él o acabaré muy mal. Cuando quise reaccionar, él ya se había enfundado el kimono rojo, y me tiraba a la cara uno blanco, raído y apestoso. He de reconocer que la versión de Street Fighter propuesta por Menguile ganaba en realismo tanto como en patetismo.
-Aquí estan mis kames- Dijo mientras sacaba una bolsa blanca de detrás de un contenedor de pescado -Usted búsquese la
vida, compadre Ryu.
Había entrado en su demencial juego, me di cuenta de ello cuando me descubrí repasando el muelle con la mirada, a la búsqueda de algo que pudiese usar de kame. Nada de nada.
-Bueno, que empiezo, al mejor de 3 rounds. Ejem... You'll never defeat me Ryu, I will crush you!
-Te rajaré el estómago so joputa.

-Eso no es muy típico de Ryu, pero bueno... Ahí vamos. Round One. Fight!!!

Les juro que eran caballos...


Se acercó a mí haciendo la ruleta de patadas, de una forma tan triste que pensé que caería inconsciente antes de llegar a su objetivo. Pero no por nada Menguile ha sobrevivido a dos guerras mundiales. Paró en seco y se lanzó hacia mí, empujándome con fuerza. Caí sobre una gran caja de madera, cuyos trozos empezaron a parpadear y desaparecer apenas tocaron el suelo. Por suerte para mí, la caja estaba llena de gallinas, que saltaron y croaron asustadas. Les pedí disculpas y les expliqué lo ocurrido. Acto seguido, las gallinas y yo nos lanzamos una mirada de compenetración. Por el rabillo del ojo vi a Menguile sacar cosas de la bolsa blanca, y luego tirármelas al grito de "Jaduuuken". Me dio en la cara. Eran trozos de pizza. Menguile guardaba lo que la gente no se terminaba en el restaurante y lo traía aquí para quién sabe que fines. Contrataqué la lluvia de mierda italiana lanzándole las gallinas con fuerza. Estas empezaron a picotearle enrabietadas, y Menguile fue retrocediendo hasta que cayó al mar.
Cinco minutos después consiguió salir, empapado y lleno de plumas.
-Muy astuto Ryu, muy astuto... Round 2. Fiiiiiiiight!!!!!
Continuó tirándome trozos de pizza, y yo gallinas a él. Pero mis queridas gallináceas habían perdido la furia y la sed de sangre, por lo que se retiraron al barco, a animar junto a los caballos. Noté un olor raro en el aire. Y mi piel se estaba chamuscando... ¡¡¡Napalm!!! Las pizzas que me lanzaba estaban gratinadas con napalm. Reaccioné rápido, embravecido por el espíritu nipón de Ryu. Tuve una idea para acabar con ese miserable. Le devolví los napalmescos focaccios, y cuando él también estuvo bien untado, le lancé mi Yoga-fire por sorpresa. Se estaba achicharrando vivo cuando una voz surgió del megáfono de alguna de las naves gigantes que poblaban el muelle. Era una voz en inglés, simpática y dicharachera. Me decía que este round lo ganaba Ken-Menguile por faltar yo al artículo 39.8 de las normas no escritas del Street Fighter: Usar técnicas de otro personaje. El round 3 fue de lo más patético. Bregamos ya sin pizzas y gallinas, revolcándonos por los adoquines cual pelea rastrera de patio de prisión. Finalmente, tras algunos de los minutos más cutres de mi vida, acabamos mirando el mar, abrazados. Los caballos y sus nuevas amigas comenzaron a retirarse mintras nos escupían y nos llamaban perdedores y cobardes, pero a nosotros nos daba igual.
-Lo dejamos en doble K.O. ¿Le parece bien Woswis?
-Pues sí Menguile, por mí, Perfect.

jueves, febrero 15, 2007

Woswis de romería.

Soy ateo. Creo que radicalmente ateo. Si no fuese una pendejada, fundaría una religión atea. Pero eso no quita que me llamen la atención las procesiones de Semana Santa, o la fiesta que sea, en la que se pongan de manifiesto los sacros amoríos que la plebe lleva dentro. Me gusta ver salir a flote las almas diáfanas y entregadas por unos minutos. Salen con mucha fuerza y muchas lágrimas, y eso es porque el resto del año, ese trocito de bondad impotente que llevamos dentro, se queda hecha un ovillo en un rincón del cerebro. Acojonada por los lobos que estan al mando el resto del tiempo. El desfile de tenebrosas cofradías, las comprensibles magulladuras y contusiones a las que te ves expuesto si quieres acercarte al Cristo de los Faroles, o a San Príapo el Lunni Ciego, para pedirle que te toque la loto, o que ella vuelva contigo, o que Zubizarreta regrese a la selección... Cada uno conoce el premio que desea por ponerse una tirita en su fractura (léase cuenca del Ebro) moral. Los exaltados me dan miedo, por eso. Miran al santo desencajados, no existe nada más para ellos, son como los jamelgos que sólo pueden mirar al camino, y tienen su misma actividad cerebral. Compasión, misericordia, piedad, filantropía (o filopantria que dice una amiga), palabras que nos permiten, en lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio, limpiar la pulpa de la culpa acumulada tiempo ha. Me gusta ir de romería porque me fascinan las reacciones de la grey ante ese viejo (por ruinoso) y sagrado (por absurdo) ritual. Cuando se ha pasado, pues nada, a lo de antes. Los niños a dar balonazos a las viejas, las viejas a criticar a los yernos, estos a dilapidar el sueldo en el bar, etc.
La naturalidad con la que nos movemos en nuestra propia jungla ética, nuestra atroz espesura moral: No me digan que no es maravillosa... Benditos mamones.

sábado, febrero 10, 2007

Carnaval es todo el año.

El tipo entró en la pizzería hablando por el móvil. Se sentó en la barra y mientras iba hablando me hacía gestos para que le pusiera una copita de Cavernet-Sauvignon del 67.
-
Sí cariño, estoy en el dentista... Luego pasaré por casa y recogeré a los niños, no te preocupes... ¿Tú te vas de compras con Pili? Fantástico pero no abuses que este més toca pagar el yate... Bien... Bien... Adiós princesa, adiós...- Me miró, y luego se giró al oir el chirriar de la puerta.
Entró una rubia de estas que quitan el hipo, y se sentó al lado del marido ejemplar. Se dieron un largo beso mientras ella me hacía ademanes para que le sirviese otro Cavernet, pero del 71 si era posible. Empezaron a darse el lote despiadadamente mientras yo pensaba en las fabulosas mentiras de papel que se fabrica el ser humano.
-
Bueno cuchirrín, ¿a qué hotel vamos hoy?
-
Pues mira, he pensado en el...
Y se quedó con la palabra en la boca, mirando embobado hacia la puerta. Una pareja entraba riendo y achuchándose. Por la mirada del marido ejemplar, deduje que la mujer con la mano en el culo del otro tipo, era la suya. Los cuatro se quedaron paralizados, mirándose en silencio. Un silencio que yo hubiese querido enmarcar y colgar en el museo de los horrores.
La rubia fue la primera en reaccionar.
-
¡Cariño!- Le dijo al tipo que acababa de entrar, con lo cual descubrí que el pastel era de dos pisos. Un engaño doble, delicioso -Qué casualidad. Me acabo de encontrar a Juan aquí. Estábamos tomando algo y hablando de... ti. Hablaba de lo que me mimas y todo eso...
-
Hola amor- Dijo el primer tipo -Había una cola de espanto en el dentista y he decidido venir a refrescarme el gaznate. Ya sé que el dentista esta en el otro lado de la ciudad, pero es que la cola era brutal... ¿Has acabado de ir de compras? ¿Y Pili?
-
Pues no te lo creeras Juan, le ha entrado vomitera y la he acompañado a casa. Luego me he encontrado a Jesús en el súper y hemos venido a tomar algo...
-
Jajaja... Qué bueno todo esto- terció el llamado Jesús -En fin. Pues lo correcto es que nos vayamos con nuestras respectivas esposas cada uno y mañana será otro día ¿Vale?
Delicioso, ya digo. Empezaron a desfilar haciala puerta y, dado que soy un gran observador y un pésimo bromista, decidí añadir un comentario.
-
Amigos, he de decir que eso sería lo correcto, pero no lo justo.
-
¿Qué quieres decir, entrañable y discreto camarero?- Me dijo el tal Juan.
-
Pues que usted y la rubia aún no han tenido su sexo, mientras que, por la cara de satisfacción que tiene la otra parejita, esta claro que vienen de hacerlo. Si quieren, para que todo esto sea algo justo y además correcto, en arreglo al mantenimiento de tan caros matrimonios, les puedo dejar la trastienda un rato...

jueves, febrero 08, 2007

Dame una pista.

El mundo era nuevo y sucio,
como un bebé comiendo barro.
Tú estabas siempre allí y,
recuerdo la última vez que te vi.
El fin de la infancia.
Una abeja te picó en el brazo
al salir de aquella piscina,
y juntos intentamos curarte
en vano, por supuesto.
Aquel veneno que pasaría a ser
el ruido de fondo del resto de mis días.
El fin, ya digo.
Pero antes nada importaba,
sólo jugar y explorar la ciudad.
Te gustaba ir al ruinoso extrarradio,
que convertías con dos palabras
en un parque de atracciones improvisado.
Y es que todo era tan nuevo...
Claro que te echo de menos Dani,
pero querría preguntarte si lo has visto.
Dame una pista, te lo imploro.
Porque aún hay alguien a quien
todavía añoro más que a ti.
¿Se te ocurre dónde puede estar
aquel chico que te acompañaba risueño
allá donde fueras?
Sí, hombre, aquel del que sólo conservo
el nombre, y cierto parecido físico...

martes, febrero 06, 2007

Esos locos bajísimos...

-Háblame, oh, musa de los medios hornos! Dime por qué copón Menguile necesita tubos de ensayo y pipetas de colorines para ser un sencillo cocinero de pizzería. Instrúyeme sobre los misterios de este horrible hedor que me embarga, y qué puedo hacer para controlar mis ganas de ponerlo en la puta calle de una vez.
A pesar de mis gritos, Menguile no se daba por aludido, seguía a lo suyo, de espaldas a mí, concentrado en su mesa de aberraciones psicalípticas. Opté por tirarle una bandeja de lasaña a la cabeza, y así conseguí que se girase para hablarme. Pero casi mejor no lo hubiese hecho, ya que tenía una pizza estampada en la cara el muy zoquete. Se la quitó, dejando rastros de queso fundido a lo largo de los surcos de la edad. Se limpió la lasaña hirviente del cogote y se me acercó.
-¡Ah! Amo Woswis, quería hablarle de mi descubrimiento precisamente...
-No me llames amo nene, que no eres Quasimodo aunque lo parezcas, y yo no soy Victor von Frankenstein. ¿Qué experimento es ese que requiere que te emplastes una cuatro quesos en la cara, Menguile querido?
-Pues buscaba el veneno perfecto, como en mis buenos tiempos, con una aleación de camembert y tántalo a espuertas. Inoloro, incoloro, insípido, sin rastro en sangre... Perfecto, vamos. Y una pizza me pareció una adecuada plataforma de ensayo, todo esto con fines médicos claro. Pensaba inventar el antídoto y comunicarle el experimento a la OMS... El caso es que he resbalado y mi cara ha ido a caer sobre la pizza de marras. Creí morir, pero tras el shock inicial he notado que la masa y los ingredientes constituían un filtro ideal para entender a las moscas y hablar con ellas.
Acto seguido, sin respuesta alguna por mi parte debido a la estupefacción que me había producido su demencial relato, me estampó la pizza en la cara. Sabía a tántalo ciertamente, y había alguna esencia de bergamota escondida juguetonamente entre los cuatro quesos, tras el roquefort seguramente. Entonces ocurrió un milagro, pude ver a través de la pizza. La cocina estaba rota en mil imágenes distintas, y me apetecía sangre. Vi que una mosca despegaba del extractor y se me acercaba, hasta posarse en el hombro de Menguile. Me habló.
-Tú debes ser Woswis, nuestro archienemigo...
-Encantado... No tengo nada contra ustedes, que conste.
-Ya, tus asesinatos en masa son desinteresados. Mira chaval, mi família lleva en este local mucho más tiempo que tú. Son ya 148 generaciones de moscas del vinagre, o sea casi once meses. En verano estamos preparando una inmigración masiva que te rilas. Vas a tener que chapar o tus clientes morirán a mansalva, agonizando mientras vuestro Dios les pide la cuenta.
-¿Tú quién eres?
-Soy como el Ché díptero, y aunque me quedan dos días de vida, acabaré contigo cabrito. Menguile se ha rendido y por eso le perdonaremos la vida, será nuestra mascota.
Miré a Menguile, sonriendo como un idiota y afirmando con la cabeza. Me quité la pizza de la cara y la tiré a la basura, junto con el bote de especias de tántalo. Acto seguido me dirigí a por el Cucal, el Moscal, el Mosquimuertil... Llamé a Desinfecciones Avenger, a los Gumbusters, y al manicomio, para que pasaran a recoger a Menguile cuanto antes.

domingo, febrero 04, 2007

La caja cabrona.

La pared del fondo de la pizzería tenía un aspecto vacuo. Decidí poner un pantallón de 98 pulgadas green binitron con trilby underround system que te rilas. Hoy en día debes tener una tele en tu negocio de hostelería aunque lleves un BBC. Atonta y agrada. Da ambiente, que diría Ron Howard. El sábado del estreno estaba el local lleno, y era el prime time, o timo a los primos en castellano. La puse a todo volumen para ver la aceptación del cacharro y, la verdad es que empezó bien. Mercedes Milá daba a conocer el ganador del Gran Triunfo y la expectación era máxima, aunque algunos cuarentones intelectualillos parecían deprimidos. Para tener contento al personal cambié al futbol, Lazio y Compostela dirimían sus fuerzas en el campo. Fue un error, sólo lo miraban mis camareros, ya que algunos clientes siguieron con sus conversaciones, y otros gritaban "Ostia, ya va el fumbo, pide la cuenta y cagando leches pa casa". Con el local medio vacio, o medio lleno según un informe del vendedor de perritos calientes de la otra esquina, volví a zappear.
-...un exceso de pizzas provoca cáncer de corazón irreversible según expertos de la Universidad de Shangai, los cuales han asegurado que en ciertas pizzerías españolas se mean encima de la masa para darle cuajo y...- Era el cabrón de informe semanal, arruinándome en directo, cambié raudo a pesar de que sólo dos mesas permanecían aguantando la náusea educadamente.
-...ha sido detenido Piotr Safranski por asesinato y estafa múltiple, los mismos delitos que su tía Adela Safranski. La policía investiga cuántos Safranskis pueden estar implicados en el ajo y bla bla bla...- Maldita prensa amarilla. No puedo perdonar semejante extrapolación, es un ultraje a mi imagen. La escasa clientela que quedaba, junto a todos mis camareros, huyeron despavoridos del local, dejándome a solas con Menguile, mi extraño cocinero experimental.
-¿Crees que soy un asesino? Y lo que es más importante ¿Te meas en la masa de la pizza?
-No a las dos preguntas. A lo mejor tendría que volver a poner la máquina de dardos en lugar de la tele. La podemos poner en la cocina, pegada a la puerta de la nevera, sería gracioso jajaja...
Cuando la gente empieza a decir jajaja o bla bla bla yo dejo de escuchar, porque nunca me entero. Me quedé mirando un documental de La 2, en el que se veía un león solitario, como yo. Apoyado con una pata sobre otra encima de una roca, como yo encima de la barra. Con la mirada perdida en la sabana africana, como yo con la mirada perdida en su mirada. Y con una hiena a unos metros, riendo sin cesar de un chiste que sólo los de su especie entendían, igualico que yo.

jueves, febrero 01, 2007

La mafia, a por mí.

La banda se llama Blogger, y me está dando por saco que no veas. No sé qué quieren de mí, no se han molestado en decirlo, pero si en unos días no he conseguido solucionar mis problemas con los popplers y con ellos, me veré obligado, a mi pesar, a trasladar la pizzería a otro barrio. Sea blogia, lacoctelera, o el barrio italiano (jeje, qué locura, una pizzería en el barrio italiano...)
Sin más que añadir, rezaré para que algún Seagal, o Bronson venga a ajustarle las cuentas a esta horda de mafiosos mamones.