Final Boss.
Así me he sentido hoy en la librería. Como el jodido monstruo final de cualquier plataformas, o beat-em-up o fuck-em-up. Se me acerca un paleto (no es por despreciar pero es que respondía positivamente a todas las cuestiones del famoso test de detección de paletos de Vinet-Solchaga) y me pregunta con energía que dónde están los libros de camiones tuneados. De hecho el chaval me recordaba al puto Alex Kidd, por cabezón y por tener las palmas de las manos como carpetas. Entonces me he reido a lo Sagat (¿qué coño le pasa a Sagat?) y he intentado hacerle ver que se trataba de un tema que, históricamente y de manera injusta e injustificable, no había sido tratado por los libros. Tenía la victoria en mis manos, le había dado dos de los tres toques necesarios para echarlo a patadas de la librería, un toque con la negación, y otro con la confusión de mis enrevesadas frases. Pero como buen final boss de videojuegos me han dado por el culo. Me da un papelito con un título, un ISBN, y un autor, todo ello aderezado con una mirada de desprecio y un "tú limítate a buscarlo".
Por supuesto, lo encontré.