miércoles, febrero 28, 2007

Discreto abismo.

Por suerte o por desgracia, leo mucho. Hasta el punto de poder apreciar las desventajas de tener un cerebro literario. Miro alrededor y busco similitudes entre lo que me rodea, y lo que he leído. Lo sano sería hacerlo al revés. Estar leyendo y buscar trocitos de mi vida ocultos entre las líneas, por aquello de creer que el autor de un libro le habla a uno mismo. Pero. No es así. Comparo a mis conocidos con personajes inventados, suelto citas literarias cada dos por tres, y lo más patético, creo que las decisiones tomadas por la gente responden a un argumento previamente concebido por algún demiurgo hambriento de escabrosidades, y no sé si me estoy explicando.
Digo todo esto por que el otro día caí en la cuenta de una de las grandes simas que separan literatura y realidad. Los diálogos. En los libros, todo el mundo habla correctamente, expresa lo que desea expresar con gran eficacia, respetan el turno de palabra de su interlocutor, y, lo más importante, siempre acaba por ser trascendente de alguna forma lo que estan diciendo. Cualquier libro puede ejemplificar mi disertación, ustedes mismos hagan la prueba. Reparé en ello porque estaba tomando un refresco en una cafetería mientras leía atentamente La insoportable levedad del ser, libro que recomiendo encarecidísimamente a pesar de estar yo en su génesis. Bueno, a mi lado se sentaba una pareja cercana a la treintena discutiendo sobre alguna amiga en común, y me pusieron este post en bandeja.
-Ha llamao la Loli por no se qué historia, dice que luego te irá a buscar al curre.
-Pos hoy plego antes, asín que... Y total, seguro que es pa ver el vestido de la boda de su prima.
-Pos avísala, que luego me taladra a mí con que "donde está, donde está" y no se calla. ¿Dónde es lo del vestío ese?
-En la calle aquella que atropellaron al Pascual, en donde... Pillas la plaza Prí, y to p'abajo hasta donde alante de un bar con plantas fuera, que al lao está el Zara tío. ¿Pa qué quieres sabel-lo?
-P'acompañarla yo si no quieres, y así le pido que nos devuelva lo de los zumos que le dejastes.
-¿El bapiturmix ese? Sí claro, como que lo llevará en el bolso no te jode... Anda, vamos a pagar que voy a llegar tarde, paga tú cari...
Y se fueron, y yo seguí leyendo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La malo d'este puto mundo ajque cuando crees q'arguien ha dejao d'hablar vuerve a comenzá y antes de que te des cuenta llega er mediodia y entoavía no s'ha callao, er muy puta...

Anónimo dijo...

Si ej queeee...

Carlos OC dijo...

Nunca lo había pensado, pero es completamente cierto.

Permíteme que me desvie algo del tema y me queje de los banales y vacías que son la inmensa mayoría de las conversaciones que escucho diariamente. Permitidme que os copie dos párrafos del penúltimo relato de ciencia ficción que leí "Houston, Houston, ¿me recibe? de James Tiptree (Nombre con el que firma sus relatos Alice Sheldon)

“Cómo parlotean, piensa otra vez cuando emerge al presente. Burbujas irritantes le afloran en la memoria, las voces de Ginny y Jenny y Penny en el teléfono de la cocina, y antes la voz de su madre y su hermana Amy. Interminable. ¿De que hablan y hablan y hablan?
-Caramba, de todo –dice la voz real de Connie a su lado-. Es natural compartir.
-Natural…

Como hormigas, piensa. Se frotan las antenas cada vez que se encuentran. ¿Adónde fuiste? ¿Qué has hecho? Se frotan y frotan. ¿Cómo te sientes? Oh, siento esto, siento lo otro, bla bla fro fro fro. La coordinación total de la colmena. Las mujeres no tienen dignidad. Lo dicen todo, ignoran toda estrategia verbal, el peligro oscuro de nombrar. No pueden contenerse.”

(Aclaraciones: El tipo que piensa esto esta drogado por Connie y sus pensamientos los dice en voz alta. Ginny y Jenny y Penny son las hijas y la mujer del tipo.”)


Yo pienso que en general, tanto ellas como nosotros, solemos hablar de estupideces. Pero hay una diferencia cuantitativa significativa. Ojalá tuviera esa facilidad para no decir nada consiguiendo estar horas y horas entretenido.
Feliz ignorancia, es lo único que tenemos.