Sobre Royal Warriors.
La vimos el domingo. Una de las peores pelis que he visto en mi vida, y he visto unas cuantas. Todo eran risas y tragos de cerveza. ¡Qué mala! ¡Qué mala! o ¡Quémala, quémala!. No sé que gritaban mis compadres pero nos tronchábamos de lo lindo. La genialidad al servicio de lo abyecto, o al revés, da igual. El caso es que recuerdo ahora una de las escenas en la que el prota, o el proto-prota más bien, se queda mirando empanao a su alrededor, con los brazos en jarras y la mirada, supuestamente perdida, fija en el director de la película ¿Y ahora que hago? Parece implorar. Y ante la falta de órdenes explícitas (mover las manos como si espantaras una horda de moscas bárbaras no es una orden explícita, mr. Godfrey), pues sigue dando patadas al aire a ver qué pasa. Bueno, pues creo que así se siente uno muchas veces, sin saber muy bien qué pinta en su propia vida, con ganas de un director al que echarle las culpas, o al que pedir explicaciones a ostia límpia. Espero por lo menos, que allá en las altas esferas, o en los altos hornos, o donde copón esté el público de nuestras tragicomedias, se lo esten pasando igual de bien que yo el domingo...